El ayuntamiento de Castelló tendrá que apresurarse con la puesta en marcha de la ZBE si no quiere ser penalizado por el Gobierno.

El Ayuntamiento de Castelló ha decidido aplazar hasta este miércoles el inicio de las obras correspondientes a la segunda fase de la Zona de Bajas Emisiones (ZBE), un proyecto que, además de la remodelación de varias calles clave de la ciudad, contempla la construcción de un nuevo aparcamiento disuasorio en la avenida del Mar.
Este retraso, aunque breve, modifica los planes iniciales que situaban el comienzo de las obras en la jornada del lunes. Según ha explicado el concejal de Medio Ambiente, Cristian Ramírez, durante este lunes se procedió a la instalación de la señalización informativa en las zonas afectadas, dejando todo preparado para que las máquinas inicien los trabajos este mismo miércoles.
Este pequeño cambio de calendario no altera la magnitud del proyecto ni la relevancia que supone para la ciudad. Las primeras actuaciones se concentrarán en la calle Amadeo I, en el tramo comprendido entre San Vicente y Arquitecto Traver.
También se trabajará en las calles Germanías y Rosell, especialmente en el tramo que conecta la avenida Rey Don Jaime con Germanías, así como en una parte inicial del futuro aparcamiento que ocupará el espacio del antiguo mercado del lunes. La elección de estos puntos responde a la necesidad de ordenar el tráfico y facilitar la implantación progresiva de la Zona de Bajas Emisiones.
El concejal Ramírez ha recordado que este ambicioso plan de transformación urbana incluye la intervención en un número importante de calles del centro y zonas cercanas.
Entre ellas, figuran Villarroig, Dolores, Llorens Clavell, Pedro Aliaga, Germanías, Maestrazgo, Rossell, Arquitecto Vicente Traver, Amadeo I, Echegaray, Trullols, Santos Vivancos, Huerto Sogueros y la calle Fola. Todas ellas forman parte de un entramado urbano que, una vez completadas las obras, cambiará de manera sustancial la forma en la que los ciudadanos se desplazan por el centro de Castelló.
Un elemento destacado dentro de este proyecto es el nuevo aparcamiento disuasorio en la avenida del Mar, que ofrecerá más de 400 plazas y busca precisamente reducir la presión del tráfico en las áreas céntricas.
Mientras duren las obras, los vecinos y visitantes dispondrán del recinto de Ferias y Mercados como alternativa para estacionar sus vehículos. Esta solución temporal pretende minimizar las molestias y facilitar la movilidad durante las fases más activas de la remodelación.
En paralelo, esta semana continúan los trabajos ya iniciados en la calle San Vicente, donde actualmente se están acometiendo demoliciones en la acera sur, concretamente en el tramo entre Amadeo I y la ronda.
Además, en esta misma zona se han llevado a cabo importantes renovaciones en las infraestructuras subterráneas, como la red de agua potable, asegurando que las mejoras de superficie vayan acompañadas de una actualización integral de los servicios públicos.
Otro de los puntos donde las obras están prácticamente finalizadas es la calle San Francisco. Allí, la apertura al tráfico ya se produjo la semana pasada, y durante estos días se están ultimando detalles como la instalación del sistema de riego por goteo para las nuevas zonas ajardinadas. Además, el mobiliario urbano ya ha sido colocado, y solo falta el asfaltado final para dar por concluida la intervención en esta calle.
La segunda fase de la ZBE supone un paso significativo en la estrategia municipal para reducir la contaminación y avanzar hacia un modelo de ciudad más sostenible.
Sin embargo, no está exenta de controversia, ya que este tipo de proyectos, que limitan la circulación de vehículos en determinadas zonas, suelen generar debates intensos entre quienes defienden la necesidad de priorizar la movilidad sostenible y quienes consideran que estas restricciones perjudican al comercio local y complican la vida diaria de los conductores.
El retraso de dos días, aunque puede parecer anecdótico, también abre la puerta a comentarios entre la ciudadanía sobre la gestión de los plazos y la coordinación municipal en este tipo de obras de gran envergadura.
No es la primera vez que en Castelló se producen ajustes de última hora en los calendarios de actuación de las obras públicas, lo que alimenta cierto escepticismo sobre la capacidad de cumplir con los tiempos prometidos inicialmente.
Aun así, desde el Ayuntamiento se insiste en que el desarrollo de esta fase de la ZBE será una mejora visible para la ciudad y que las molestias serán temporales y debidamente compensadas con los beneficios a largo plazo.
Además, la creación del aparcamiento disuasorio pretende ser una herramienta clave para facilitar la transición hacia una Castelló menos dependiente del vehículo privado y más accesible para peatones y ciclistas.
En definitiva, Castelló se enfrenta a un momento decisivo para definir el futuro de su movilidad urbana. La implementación de estas zonas restringidas al tráfico, junto con la habilitación de espacios alternativos para estacionar, supone un desafío tanto logístico como social.
La respuesta de los ciudadanos, el impacto en el tráfico diario y la evolución del comercio local marcarán si estas medidas se consolidan como un éxito o si, por el contrario, generarán un clima de oposición prolongado. Lo que está claro es que la transformación ya está en marcha y que los próximos meses serán claves para comprobar cómo afecta este ambicioso proyecto al pulso cotidiano de la ciudad.



